The Right Stuff

“La traición empieza siempre por uno mismo. Uno se traiciona a sí mismo para después poder traicionar a los demás. No puede haber más caminos, es siempre de esa forma, de esa manera. Porque si no se hace así, tarde o temprano, esa mancha pestilente que ni se borra, ni se desgasta ni envejece nunca, esa falta que ni todo el tiempo del mundo hace mella en ella, se va haciendo más honda, más pesada y más profunda, hasta que finalmente se hace insoportable.

Invivible.

Por lo tanto, el único traidor feliz siempre es aquel que es un traidor a sí mismo

Digo eso y basta, porque  hasta los evangelios corroboran mis palabras.

Y la luz de una lámpara mal situada en el techo enmohecido del local, deja caer una luz lánguida y triste sobre el botellín de cerveza que descansa sobre la barra.


“El problema no reside en la ideas. Todo el maldito mundo tiene ideas. Ideas geniales, grotescas, atemporales, sólidas, endebles, grotescas, fascinantes, innovadoras, casposas, ingenuas, hermosas, perversas…las ideas fluyen, van y vienen, triunfan o fracasan, se adelantan o llegan tarde, y algunas perduran y otras se escapan como un brisa de verano. La clave no es pensar cosas, tener ideas, la clave de todo esto es poder sentirlas.

De poco importa tener ideas si no las sientes. Porque si no las adviertes, si no las notas dentro de ti, si no te duelen o te enamoran, da igual pensarlas, porque por mucho que lo hagas, está claro que no las comprendes.

Y si no las comprendes, entonces tarde o temprano se volverán contra ti

El gentío murmulla a nuestro alrededor, y la música, casi irreconocible aúlla en un tono tan agudo que incomoda los oídos.

Mi amigo asiente con la cabeza y guarda silencio, hace un gesto con la mano y ponen dos más. El tacto del vidrio es helado, frío como el tono de mi voz.


“Los pilares de las palabras, los muros maestros de los argumentos, son siempre los hechos. Los hechos sostienen a las palabras. Sin los hechos las palabras tan sólo son cometas.Unas más bonitas otras más feas, pero cometas que se sustentan suavemente en el espacio hasta que, tarde o temprano, el viento cesa y se desploman y pierden todo su significado.

Por eso antes de hablar, antes de prometer, antes de describir o juzgar, anticípate y comprueba si tienes la fuerza, el valor, los recursos y la determinación para que lo que digas signifique lo que estás diciendo”

Un tipo sentado en un taburete y que está orientado el radar  hacia nosotros se gira y me echa una ojeada mezcla de incredulidad y recelo.

Sonrío sin mostrar los dientes.

Va a decir pero calla.

Bien.

Lo que yo decía.

Así que voy acabando.


“El otro día murió Thomas Wolfe, el muy hijo de puta tenía más enemigos que un espía soviético pero que empleaba las palabras como si colgase notas en un pentagrama. Por cierto, vestía siempre de blanco. Ya sabes, uno de esos tipos que necesitan expresar algo todo el tiempo. Un tipo extravagante, un periodista notable y sobre todo, en el acierto o en el error, un tipo valiente, que por escasez, es lo único que tendría que ser una persona para que se le perdonasen todos sus defectos. El caso es que hay una novela, de las más famosas, que ganó el Pulitzer y que Brian De Palma llevó al cine. Sí, la conoces de sobra:”La hoguera de las vanidades”. Su mala leche es de leche cortada, y contextualiza la acción en el Nueva York de los 80, el de los círculos de poder que cohabitan en simbiosis con el mamoneo, la hipocresía y la doble moral que generalmente rodean a dichos círculos.

Bien,¿no?

Casi al final del libro, en medio del delirio y el pandemonium en el que se ha convertido un juicio, el magistrado, el juez, harto de tantos soplapollas y tantas zarigüeyas, hace callar a la sala a golpe de mazo y suelta un monólogo que concluye con unas frases inolvidables. Espera, que estoy un poco calzado, hago memoria pero más o menos rezan así:” Señores, por favor, decencia.¡Decencia! Porque lo que hace falta aquí es decencia y ustedes ya se han olvidado de lo que es eso. De lo que esa palabra significa. Decencia, demonios, es aquello de lo que les hablaba su abuela cuando todos ustedes eran niños”

Acabé de nuevo la cerveza y pedí una más con otro gesto.

Sin usar más palabras.

Porque ya no hacían falta

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