El inconfundible rumor de la nada (Blue Monday)

El inconfundible rumor de la nada (Blue Monday)


Como el sonido de un amplificador de guitarra cuando queda encendido. Zumbando en el umbral de la percepción de tu oído con ese tono constante, incómodo, irritante, molesto.
Es el instante en el que captas el código binario de la vida, puedes distinguir los unos y los ceros cayendo como copos de nieve, y entiendes que su mecanismo no difiere demasiado de una simple picadora Moulinex.
Un, dos, tres.
Ya tenemos una hamburguesa con patas.


Porque da lo mismo que puedas aguantar el chaparrón como una columna de hormigón mientras todos a tu alrededor pierden la calma y huyen despavoridos, o a un menos importa que te unas al club de los “pies para qué os quiero” y dejes todo a tu espalda, dignidad y esperanza incluidas en el paquete.
Sólo es una decisión estética, a eso queda limitado el asunto.
La realidad es que todo se reduce al impacto de los átomos en un azaroso batiburrillo de encuentros y desencuentros desde que Dios se volvió majara y decidió hacerse yihaidista e inmolarse como una traca de feria.


Todo es penoso o divertidísimo, según la luz que le caiga y la comida que hayas engullido.
Hay días que sólo eres capaz de hacer fotos en blanco y negro, en papel hahnemühle, y bastante suerte hay que salen y no se velan las muy hijas de puta. Otros días trabajas el color, y bueno, no se aprecia por ninguna parte, la tomas no tienen contraste y están lavadas como bragas de algodón y eso lo hace aún más sucio todo. Y los más, tiras del carrete como tiras de ti mismo, a trompicones y quemando embrague.
No creo ni en el nihilismo.


Lo único cierto es que los viejos terminan todos mirando obras, con una boina en la cabeza y con la mirada perdida del que ya no es capaz ni de montar un mueble de Ikea.
Me acerqué hoy a uno y le dije:”¡mira que llevan tiempo con esto!,¡no acabarán nunca!”.
Salió de su hipnosis arquitectónica y respondió con sabiduría: “Acabarán, neniño. Todos en la tumba”.
Me entró un escalofrío tan hermoso que me estuve riendo un buen rato largo, mientras sentía como se agudizaba en mis oídos la nota constante del zumbido de la nada.

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