De ratas y hombres

Fosas comunes


Penamoa bien podría estar bajo tierra.
Porque es fuego y humo.
Casi azufre.

Allí siempre hay llamas.
Hombres, basura, ratas y jeringuillas.
Y las miradas te siguen, como tu sombra y los brillos del papel de plata se reflejan como estrellas muertas cuando brilla el sol.

A Coruña se contempla a sus pies pobres y raídos, majestuosa, ajena.
Como la Luna, tan lejana.

Después están las ruedas quemadas y los hombres, y los perros de pelea, y los muertos y los peregrinos del caballo.
Todos desfilan como la Santa Compaña. Son, dicen, personas.
O eso o son jirones sobre huesos desconchados o escombros de familias rotas o ricas o tal vez tu mejor amigo al que ya no llamas o el niño que te zurraba en el patio del colegio.

Todos llegan y tal vez, cuando la mañana despunte, ya no salgan. Y aparezcan fríos como rocas frías sobre la tierra. Y la Nacional cubra un parte y se acabó la historia.

El diablo abrió una delegación en el Monte de San Pedro y se lleva a los suyos a golpe de aguja.

Ahora Penamoa toca a su fin y de eso van estas fotos.
Construyen una autopista al infierno y han decidido que ya nadie va a pagar la factura del gas.
Cojan las maletas y los ataúdes, hasta los muertos deben irse a otra parte.

La tercera ronda de la ciudad va a pasar por allí y punto.
Lo que sobran son lugares para montar el infierno.


Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies